Post by Admin on Apr 26, 2021 17:34:36 GMT
Por qué las abejas tienen aguijones
¿Alguna vez han probado la miel? Ese dulce néctar que se encuentra en los panales; un manjar para los valientes dispuestos a enfrentarse a un ejército, dicen que es lo más cercano a la ambrosía de los dioses ¿pero sabes cómo vino a ser esto? ¿Y por qué es tan protegido?
Déjame te cuento una historia, es un poco rara e incompleta pero es porque se ha perdido con el pasar de los años
Tiempo atrás, cuando las constelaciones aún andaban por la tierra y el sol y la luna no eran más que niñatos, existía un bosque, de árboles altos que tocaban la bóveda celeste, tan densa e impenetrable en su espesura que cualquiera diría habita un tesoro en el centro. Sin embargo lo único que había en el centro, era un pequeño riachuelo donde crecía una flor, que sinceramente nadie le regalaría a su ser amado. En esa Flor, vivía una pequeña ninfa, tan pequeña e insignificante que nunca había sido elegida para estar en el jardín de los dioses.
Sin embargo, esta ninfa era conocida por un gran secreto a voces entre los habitantes de ese bosque y es que ella, estaba perdidamente enamorada de una deidad mayor. Para la burla de los demás, claro.
Su sueño era simple, estar al lado de su amado en el jardín de los dioses, sin embargo, nadie nunca se fijaría en ella, no era como las rosas, con su perfume y su belleza, ni como los lirios: blanca e inmaculada. Una noche, mientras lloraba su desdicha la diosa del amor se apiadó, y le dio un consejo
-Haz algo tan dulce como tu amor, algo que solo tú le puedas dar y protegerlo a cualquier costo hasta que puedas entregárselo- acto seguido le entregó dos cosas: un poco de cera y un carrete con agujas y algodón.
La ninfa tomó a pecho esto y se dispuso a crear algo tan dulce, tan deleitable al paladar que no tendrían de otra más que amarla, y qué mejor que usar su propio perfume para ello. Usando el algodón para filtrarlo y la cera para guardarlo, pronto consiguió llenar un pequeño tarro de un líquido dorado y dulce “Miel”, le nombró.
Sin embargo la ninfa no sabía algo, y es que el dulce néctar que había creado había atraído a un indeseable. Un demonio que se había encontrado escapando luego de divertirse con un par de humanos codició el dorado líquido una vez posó sus ojos en él, y lo tomó por la fuerza. La ninfa lloró la pérdida de su regalo, pues a pesar de que estuviese sellado con la mágica cera, el demonio no tardaría en abrirlo; lloró tanto que sus lágrimas enchumbaron el algodón restante que la diosa le había dado.
El algodón, siendo mágico, cobró vida convirtiéndose en un pequeño insecto suave y regordete que intentó consolarla. “Quiero ir detrás de él, quiero encontrarlo “ “Lo encontraré por ti si eso significa que puedas entregarle tu amor a tu amado”
El abejorro voló; recorrió vastos lugares finalmente localizando al demonio. Sin embargo, era demasiado débil como para enfrentarlo, así que volvió a darle la noticia a la ninfa. “El demonio no ha podido levantar el corcho con sus garras, así que intentará usar un cuchillo”.
La ninfa lloró su desgracia, ¿Cómo podría defenderse de eso? ¡Quería morir ¡ lloro y lloro y otro pedazo de algodón cobró vida“Moriré por ti si eso significa que puedas entregarle tu amor a tu amado”
La abeja voló, siguiendo los pasos del abejorro. El demonio tranquilamente intentaba abrir el envase cuando la abeja llegó amenazandolo. El solo se rió “¿Tú? Un solo insecto ¡Me amenaza! ¿Cómo lo harás? ¿Te has visto?, eres tan suave, ni siquiera tienes armas. Patético. Vete, intentaré abrir esto con una espada”
La abeja volvió desesperada a darle las noticias a la ninfa quien comenzó a llorar mientras el abejorro la consolaba. De pronto se le ocurrió una idea “Toma las agujas y el algodón restante y hazte de un ejército”. La abeja ahora acompañada con centenares de sí misma voló hasta donde estaba el demonio “¿Una aguja, tú solo me amenazas con una aguja?” “Te amenazo con centenares de ellas”
Las abejas pronto lo rodearon sacrificando sus vidas para recuperar lo que era de su dueña, pero el demonio era un cobarde, por lo que para distraerlas aventó el ánfora y salió huyendo.
La abeja volvió, herida, con los pedazos que quedaban. La ninfa lloró, no solo por el ánfora si no porque sus pequeños soldados habían dado sus vidas por nada. Lloró y lloró y ese llanto se convirtió en ira.
“Está bien” dijeron la abeja y el abejorro “Conseguiremos más miel aunque tengamos que viajar kilómetros”.
“Colectaré flores, y frutas, crearé mieles dulces como el amor que tienes. No soy muy fuerte pero me esforzaré” dijo el abejorro “si es necesario poco a poco juntare el néctar y te lo traeré”
“Colectaré néctar de cualquier planta si es necesario, construiré colonias con la cera y las defenderé a muerte hasta que pueda dártelas de vuelta” dijo la abeja.
Mas la ninfa llena de enojo siguió llorando. Y los últimos pedazos de algodón y agujas se enchumbaron en sus lágrimas “Quiero que el sufra” dijo al insecto que acababa de ser creado. “Me parece bien” dijo la avispa… Y es así como la ninfa creó un ejército.
Los abejorros aunque solitarios van de flor en flor recolectando lo poco que pueden; explorando y buscando respuestas a las preguntas de la ninfa.
Las abejas, arrepentidas por no haberla podido ayudar dan sus vidas por conseguir llenar las ánforas que cuelgan de los arboles donde guardan el dulce néctar.
Y las avispas, las avispas… están llenas de venganza.
Déjame te cuento una historia, es un poco rara e incompleta pero es porque se ha perdido con el pasar de los años
Tiempo atrás, cuando las constelaciones aún andaban por la tierra y el sol y la luna no eran más que niñatos, existía un bosque, de árboles altos que tocaban la bóveda celeste, tan densa e impenetrable en su espesura que cualquiera diría habita un tesoro en el centro. Sin embargo lo único que había en el centro, era un pequeño riachuelo donde crecía una flor, que sinceramente nadie le regalaría a su ser amado. En esa Flor, vivía una pequeña ninfa, tan pequeña e insignificante que nunca había sido elegida para estar en el jardín de los dioses.
Sin embargo, esta ninfa era conocida por un gran secreto a voces entre los habitantes de ese bosque y es que ella, estaba perdidamente enamorada de una deidad mayor. Para la burla de los demás, claro.
Su sueño era simple, estar al lado de su amado en el jardín de los dioses, sin embargo, nadie nunca se fijaría en ella, no era como las rosas, con su perfume y su belleza, ni como los lirios: blanca e inmaculada. Una noche, mientras lloraba su desdicha la diosa del amor se apiadó, y le dio un consejo
-Haz algo tan dulce como tu amor, algo que solo tú le puedas dar y protegerlo a cualquier costo hasta que puedas entregárselo- acto seguido le entregó dos cosas: un poco de cera y un carrete con agujas y algodón.
La ninfa tomó a pecho esto y se dispuso a crear algo tan dulce, tan deleitable al paladar que no tendrían de otra más que amarla, y qué mejor que usar su propio perfume para ello. Usando el algodón para filtrarlo y la cera para guardarlo, pronto consiguió llenar un pequeño tarro de un líquido dorado y dulce “Miel”, le nombró.
Sin embargo la ninfa no sabía algo, y es que el dulce néctar que había creado había atraído a un indeseable. Un demonio que se había encontrado escapando luego de divertirse con un par de humanos codició el dorado líquido una vez posó sus ojos en él, y lo tomó por la fuerza. La ninfa lloró la pérdida de su regalo, pues a pesar de que estuviese sellado con la mágica cera, el demonio no tardaría en abrirlo; lloró tanto que sus lágrimas enchumbaron el algodón restante que la diosa le había dado.
El algodón, siendo mágico, cobró vida convirtiéndose en un pequeño insecto suave y regordete que intentó consolarla. “Quiero ir detrás de él, quiero encontrarlo “ “Lo encontraré por ti si eso significa que puedas entregarle tu amor a tu amado”
El abejorro voló; recorrió vastos lugares finalmente localizando al demonio. Sin embargo, era demasiado débil como para enfrentarlo, así que volvió a darle la noticia a la ninfa. “El demonio no ha podido levantar el corcho con sus garras, así que intentará usar un cuchillo”.
La ninfa lloró su desgracia, ¿Cómo podría defenderse de eso? ¡Quería morir ¡ lloro y lloro y otro pedazo de algodón cobró vida“Moriré por ti si eso significa que puedas entregarle tu amor a tu amado”
La abeja voló, siguiendo los pasos del abejorro. El demonio tranquilamente intentaba abrir el envase cuando la abeja llegó amenazandolo. El solo se rió “¿Tú? Un solo insecto ¡Me amenaza! ¿Cómo lo harás? ¿Te has visto?, eres tan suave, ni siquiera tienes armas. Patético. Vete, intentaré abrir esto con una espada”
La abeja volvió desesperada a darle las noticias a la ninfa quien comenzó a llorar mientras el abejorro la consolaba. De pronto se le ocurrió una idea “Toma las agujas y el algodón restante y hazte de un ejército”. La abeja ahora acompañada con centenares de sí misma voló hasta donde estaba el demonio “¿Una aguja, tú solo me amenazas con una aguja?” “Te amenazo con centenares de ellas”
Las abejas pronto lo rodearon sacrificando sus vidas para recuperar lo que era de su dueña, pero el demonio era un cobarde, por lo que para distraerlas aventó el ánfora y salió huyendo.
La abeja volvió, herida, con los pedazos que quedaban. La ninfa lloró, no solo por el ánfora si no porque sus pequeños soldados habían dado sus vidas por nada. Lloró y lloró y ese llanto se convirtió en ira.
“Está bien” dijeron la abeja y el abejorro “Conseguiremos más miel aunque tengamos que viajar kilómetros”.
“Colectaré flores, y frutas, crearé mieles dulces como el amor que tienes. No soy muy fuerte pero me esforzaré” dijo el abejorro “si es necesario poco a poco juntare el néctar y te lo traeré”
“Colectaré néctar de cualquier planta si es necesario, construiré colonias con la cera y las defenderé a muerte hasta que pueda dártelas de vuelta” dijo la abeja.
Mas la ninfa llena de enojo siguió llorando. Y los últimos pedazos de algodón y agujas se enchumbaron en sus lágrimas “Quiero que el sufra” dijo al insecto que acababa de ser creado. “Me parece bien” dijo la avispa… Y es así como la ninfa creó un ejército.
Los abejorros aunque solitarios van de flor en flor recolectando lo poco que pueden; explorando y buscando respuestas a las preguntas de la ninfa.
Las abejas, arrepentidas por no haberla podido ayudar dan sus vidas por conseguir llenar las ánforas que cuelgan de los arboles donde guardan el dulce néctar.
Y las avispas, las avispas… están llenas de venganza.
By: Caramel